Hace mucho mucho tiempo en un pequeño jardín donde habitaban flores, insectos y muchas otras plantas, pero entre estas existía la mas hermosa de todas, quien por culpa de su arrogancia se había quedado sola y sin amigos, la misma habitaba completamente sola en medio del jardín, aislada por distintas cosas, piedras, arbustos entre otras cosas que la cohibían de ver el resto del jardín.
Un día recibió la visita Matutina de una pequeña abeja, quien se poso encima suyo, solo lo hizo para comenzar el proceso de polinización, pero no pudo evitar darse cuenta que era la flor mas hermosa de todo el jardín, se volvió torpe tropezando por doquier. La flor percatándose de que había alguien encima de su ser se quejo diciendo —¿Quién eres tu?—.
—Soy una abeja— Respondió el pequeño insecto.
—¿Qué le estas haciendo a mi cuerpo? Pregunto la flor enojada-
— Mi deber como abeja es polinizarte para que estés hermosa—. Respondió la abeja avergonzada.
—Eres una torpe abeja, acaso no te das cuenta que ya soy hermosa, la mas hermosa del jardín, deja mi cuerpo en paz y lárgate de aquí—. Respondió la arrogante flor.
La pequeña abeja sin poder completar su tarea se marcho, aunque día tras día volvía nuevamente aunque sin resultado alguno, puesto que la arrogante flor siempre rechazo la ayuda de la abeja sin fijarse que mientras pasaba el tiempo se iba marchitando.
Con el paso de los meses la flor, amargada y triste por la soledad se volvía cada vez mas arrugada, se marchitaba poco a poco, pensando en porque rechazo a todos simplemente por su belleza. Un día ya estando la flor muy arrugada llego la abeja como cada día, solo que esta vez la flor en vez de rechazarlo le dijo: —¿Por que a pesar de que te rechazo diariamente vuelves? —.
—Porque desde el primer momento en que te vi, me enamore de ti—. Respondió este con lagrimas en los ojos.
—Jamás lo mencionaste— Dijo la flor quien no tenia muchas fuerzas.
—Para mi, era suficiente con verte cada mañana, solo eso bastaba para hacerme feliz—.
Respondió la abeja mientras abrazaba a su amada flor.La flor murió mientras abrazaba a la abeja, en brazos de su único amor, en brazos de su único amigo.
Moraleja: De nada sirve tener hermosura, si no tienes quien te admire.